En esta entrada voy a hacer un breve comentario sobre un poema que leímos de esta autora en clase, de Sylvia Plath.
Antes de empezar a leer el poema nos enteramos que había sido escrito diez días antes de suicidarse lo que ya nos planteó numerosas preguntas. A mí me gustó bastante el poema por lo que para realizar esta entrada he decidido informarme un poco.
El fragmento que leímos en clase se titula 'Palabras' y pertenece al libro 'Ariel'.
Fue escrito el 1 de febrero de 1963.
Al leerlo te vienen a la cabeza numerosas interpretaciones, pero la mayoría son distorsionadas por el hecho de saber que lo escribió diez días antes de suicidarse, pero no obligatoriamente este poema debe hablar de eso.
En los primeros versos trata de crear una experiencia sensorial mediante referencias auditivas como 'hachas, después de cuyo golpe la madera resuena' o referencias visuales tales como 'su savia, mana como las lágrimas, como el agua...''
Habla de un 'cráneo blanco comido por el musgo' que está claro que es asociado a una calavera, o por lo menos nosotros lo asociamos a eso, porque, como he dicho antes siempre tenemos presente que fue escrito muy poco tiempo antes de su muerte.
En cuanto ingresa en el colegio de bachillerato superior, Sylvia Plath se divide en dos: la que escribe compulsivamente en su diario, anotándolo todo, y la que se preocupa de salir con el mayor número de chicos posible (hasta el punto de apuntar cuántas veces le habían pedido cita, cuántas veces la había pedido ella, sus correspondientes rechazos y citas en total). Se propone cambiar de actitud, no ser tan restrictiva consigo misma, y se busca un diminutivo para esa nueva Sylvia: Sherry. Aun así, la señorita Plath se abre paso entre las murallas de la enfermedad llamada adolescencia y empieza a formar parte de un grupo selecto de estudiantes del profesor Crockett. En el programa especial, estudian y leen a Hemingway, Eliot, Frost, Dickinson, Faulkner, Lawrence, Yeats, Joyce, Woolf, Dylan Thomas, Shakespeare, Platón, Dostoievski… La Sylvia Plath, bajo el estímulo del profesor y el grupo, vuelve a mostrar su lado más vital y entusiasta, y aunque en ningún momento el objetivo del profesor Crockett era volverlos competitivos, Sylvia no se relaja y acaba siendo la mejor en todo; Crockett, que la recordó años más tarde diciendo que le debía mucho, se preguntaba si se relajaría alguna vez. La respuesta era no. En aquel curso, Sylvia anotó en su diario: Nunca jamás conseguiré la perfección que anhelo con toda mi alma… mis pinturas, mis poemas, mis cuentos.
Sylvia se había quedado seca y vacía, y además tenía un corazón frágil y ya lo sabía, como una taza de porcelana que lo único que había hecho era romperse en más pedazos, unos irreconciliables, tras una gran pérdida, como la ausencia de su padre. No, no había cura. Y la cura era devastadora. Ya en el poema Filo, la mujer alcanza la perfección cuando está muerta. Sylvia Plath tiene una gran (y oscura, tremenda) productividad que compensa la soledad, la ausencia y ese mal que volvía, como advertía en la carta que le mandó desde Cambridge a su doctor; ese mal volvía y no solo eso, sino que estaba dispuesto a quedarse, estaba dispuesto a volver el cuerpo de la mujer pura perfección, pura muerte.
Morir
es un arte, como todo.
Yo lo hago excepcionalmente bien
Tan bien, que parece un infierno.
Tan bien, que parece de veras.
Supongo que cabría hablar de vocación.